Me despierto de pronto
llorando y aterrado vencido por la realidad del sueño sufrido, quedándome
quieto con la mirada fija en el techo del dormitorio, pero sin poder dejar de
moquear y lagrimear como ya hacía tiempo que no lo hacía.
Dicen algunos, que el sueño
es la realidad que está por llegar, pero voy a contarlo, pues también hay quien
opina que si se cuentan estos terrores nocturnos, se espantan los demonios de
lo tenebroso.
La casa, mi casa, estaba en
llamas y unos hombres encapuchados de negro y fuertemente armados nos
perseguían para matarnos a los mayores, inservibles para ellos y secuestrar a
los niños, mis dos nietos, para quien sabe qué propósito.
Huíamos con las manos de los
pequeños agarradas fuertemente de nuestros cuellos, iban llorando, y yo no
paraba de decir gritando: “Hay que subir a la lancha y escapar por el
mar”.
Como pudimos, saltamos a la
embarcación y a golpe de remos empuñados por mi yerno y yo, empezamos a
despegarnos lentamente del puerto, mientras los malos nos gritaban en una
lengua desconocida, y nos disparaban balas y lo que parecían insultos y
acusaciones.
Las mujeres y los niños iban agazapados en el fondo del bote por
donde empezaba a entrar agua, y al darnos cuenta de que nos podíamos hundir,
empezamos a achicar con las manos el líquido que entraba por todos lados.
La lancha se hundía, y
estábamos sólo rodeados de la nada del mar, nadie nos auxiliaba, y mi nieto más
pequeño se había caído al agua, y yo me tiré a por él entre las olas de ese mar
embravecido, pero buceaba por todos lados y no lo veía; intentaba llamarlo,
pero al abrir la boca gritando, tragaba y tragaba agua salobre, hasta que una de
las veces lo vi en el fondo enredado en malezas marinas, por lo que lo agarré
con todas mis fuerzas, pero al intentar ascender a la superficie quedé enredado,
y por mucho que tiraba para salir, con más fuerza era absorbido en el limoso lecho marino.
Entonces fue cuando desperté
de la pesadilla, y todo me parecía tan realmente vivido, que tardé algún tiempo
en aceptar la realidad.
Quizás todo esto venga al
caso, de que vivo obsesionado con la tragedia de estos seres humanos, llamados
por algunos despectivamente refugiados, que están llegando en tropel a nuestras
costas, seres que lo han perdido todo y solo les queda la vida, que se juegan para
salvar a sus hijos de la muerte segura en una guerra que no es de nadie y es de
todos.
En esta inhumana y egoísta Europa
de burócratas y funcionarios, no podemos mirar hacia otro lado cuando
contemplamos esta tragedia humana, este genocidio.
Nuestros antepasados y abuelos
pasaron por ahí. ¿Es esto lo que querrías para los tuyos?
En Villanueva del Ariscal, a
19 de abril del 2016
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