A fuerza de parecer lo que
soy, un nostálgico, me es imposible no volver a otro tiempo de ferias
diferentes, pues aunque las casetas, los caballos, carruajes, y el ambiente en
las reuniones animadas de guapas flamencas, bailes, manzanilla, cantes y
guitarreo es el mismo de siempre, comprendes, aceptas, que ya este no es tu
tiempo, que ahora tu forma de ir a la fiesta, y lo que es más importante, el
estar, ha cambiado sustancialmente.
Ahora vas cuando te dicen
tus hijos y en función de tus nietos, a los que
buscas la forma más fácil de llegar y de recogerse, para que sus padres
que están en tiempo y edad de diversión, hagan lo que tu hacías hace unos años,
muchos, aunque te parezca que fue ayer.
Cuando al final de estar sentado
en la caseta con tu familia, puedes
abstraerte un rato sin estar pendiente de unos y otros, y con una triste
cerveza sin alcohol por delante, rememoras sin querer lo que fueron otras
Ferias, lo que te pasaba con otras edades y otros compañeros de diversión.
Te vienen a la memoria los
amigos, esos que se fueron sin querer; algunos y cada año más; y otros que por
circunstancias de trabajo, enfermedades o de situaciones parecidas a las tuyas
no están cerca, y seguro que casi todos los náufragos de esta travesía que es la
vida, quedamos con el pensamiento en el mismo lugar donde tú lo tienes en ese
momento en que todo era y fue diferente.
Días y horas que tenías y
que te faltaban para la diversión, la charla distendida, las palmas y el baile,
y por supuesto acompañado de copas, muchas copas y mucho jamón y caldereta, o
de las exquisiteces del momento, y sobre todo alegría. ¡Que no se pierda la alegría! ¡Ole!
Horas pegado al mostrador del
bar en la trastienda de la caseta con mi recordado amigo del alma y hermano
Fernando, y con mi otro hermano que este año me ha fallado, Pedro. Desde el
mediodía a la madrugada, y que terminábamos arrastrado por nuestras esposas e
hijos, en los tenderetes de los gitanos
entre chocolate, buñuelos y copitas de Machaco, siempre entre carcajadas por
las ocurrencias de unos y otros, sin prisas en la retirada, sin querer acabar
con el momento, como si fuera el último de nuestra vida, bebiéndonos el flash
del instante quieto.
Y no es que ahora no esté
contento con lo que tengo, que es mucho. Con recuerdos y satisfecho.
Pero ahora, perdonadme las
batallitas. Nadie puede robarme mis nostalgias, ni tampoco mis recuerdos.
Feria de Abril de Sevilla,
16 de abril del 2016
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