lunes, 25 de abril de 2016

¿La realidad del idioma es lo correcto?

Ahora que recordamos o rememoramos los 400 años de la muerte de Cervantes (1616) gran referente del idioma que hablamos, me quiero entretener en algunas reflexiones sobre la forma coloquial correcta en que escuchamos, vemos, o leemos libros, pero que no tiene nada que ver con  el idioma real  que oímos en nuestras calles, tiendas, reuniones, etc., ya que una cosa es lo correcto y de buen gusto, y otra la realidad de las palabras al uso.
                                                                  


Presumir, de que nuestra lengua es la tercera más usada en internet, que la hablan unos 560 millones de personas (es la 3ª después del chino y del inglés), y que la estudian en todo el mundo más de 21 millones de personas.
Se me ocurren muchas palabras y frases que vemos normales, pero que no se corresponden con la cotidiana realidad, pues si te pegas un porrazo inesperado en la cabeza o en el codo, no dices “ay, ni cáspitas o jolines”, sino que lo que nos sale es un sonoro “coño, que porrazo me he dado”.
                                                                        


Lo mismo que cuando nos enfadamos con alguien en una discusión, no decimos “no te hablo más”, sino que lo mandamos directamente a “tomar por culo”, y otras veces en vez de decir, ”me estás hartando”, solemos decir que “nos están tocando los cojones”. Si reíros, pero ¿No es esta la realidad?
Tampoco nos referimos ante algún fastidio con “me estás fastidiando”, sino con un “me estás jodiendo, y lo sabes”.
Si ya entramos en las palabras insultantemente chulescas y agresivas, todos hemos dicho alguna vez, “eres un hijo de puta”, o “me cago en…”, y poner en esos puntos suspensivos lo peor que hayáis escuchado o la blasfemia más rebuscada.
                                                                     


Y si ya entramos en las formas de diálogos al uso en los pueblos, pues lo que queráis pensar nunca se acercará a la realidad de la cotidianidad,  ya que donde vivo, no se saluda diciendo un “adiós o hola”, sino “egeee, o ajaa” y casi siempre con la palabra “copón” hilvanada en algún punto de las frases a modo de coletilla.
Me vienen a la memoria muchísimas palabras escuchadas en casi todos los cientos de pueblo donde estuve por mi trabajo, y de verdad que es para escribir un diccionario de la realidad de la lengua española.
                                                                   


Sin embargo, aún hay puristas del idioma que  se desgarran las vestiduras con que la Real Academia de la Lengua tenga palabras en su diccionario que son de uso común en los diferentes países hispano-hablantes, y que no se emplean aquí o que no tienen el mismo sentido, (ya era hora que se incorporasen académicos de toda Sudamérica), aunque ya con las telenovelas y las películas dobladas en algunos de estos países, hemos aprendido medianamente a comprenderlas.
                                                                      


Otro capítulo aparte sería la influencia de los anglicismos en nuestra lengua, habiendo incorporado palabras de uso cotidiano procedentes de ese idioma a nuestro diccionario, o cómo en Estados Unidos está floreciendo lo que se llama el “hispanisinglis”, que no es otra cosa que una jerga que utiliza palabras mezcladas de ambos idiomas.
                                                                        


Gentes que leen habitualmente, se quejan de que no comprenden las novelas de García Márquez o de Vargas Llosa, ni los oscuros relatos de Borges o Cortazar, y que ven incomprensible la poesía de Neruda o de Onetti, y que sin  embargo escuchan canciones en inglés, francés o suajili con la mayor naturalidad del mundo, canturreándolas a menudo, por supuesto  sin entender su significado.
                                                                     


Creo que muchos estarán conmigo en que el idioma español es el que se escucha en las calles; y es que el castellano o español es tan rico, que no se puede meter en el corsé de un libro ni someterlo a estrictas reglas de pronunciación o entonación, y si me apuran un poco, ni de escritura.

Eto, sa cabao.

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