De nuevo este año se había
escapado unos días al Cabo de Gata alquilando la misma casita aislada, (solos
la naturaleza salvaje, casi virgen, y él) de antiguos pescadores cercana a la
Isleta del Moro. Como siempre solo, ya que era un tiempo en que le gustaba
disfrutar de la soledad para reconocerse, culparse o absolverse de su vida, y
más desde que ya tenía cierta edad y que los pensamientos se le hacían
confusos, deshilachados, pero no por ello menos terribles y negativos.
Le gustaba perderse por
aquel magnífico parque en su viejo todoterreno, pertrechado de su caña, algunas
latas de comida preparada, muchas botellas de agua y su saco de dormir, pues
había veces que se desleía en aquellas arenas, roquedales, calas y ensenadas un
par de días sin motivos, solo porque sí.
Se había metido por la
carretera ALP-822, desviándose por caminos inhóspitos hasta dar con un paraje llamado “Arrecife del dedo”, y
en una peña que nombró como la “uña”,
perdida la vista en el insondable horizonte de aguas y rocas aisladas, echó la
caña de pescar como disculpa para pensar, ya que devolvía siempre los pocos
peces que picaban al mar.
¡Ay, que confuso estaba!
Recordaba sus días de niño
en aquel colegio de Hermanos Maristas, donde se cantaba por las mañanas el
“Cara al sol” y se izaba la bandera con el brazo levantado cual saludo romano,
las interminables misas, novenas, rosarios, catequesis, procesiones, y ese olor
a rancio de las sotanas de los “curas”. Ese puñado de caramelos para los que
sacaban mejores notas, esas reprimendas a los torpes… y tantas cosas inculcadas
que no te preparaban a la vida…
Y ahora a la vejez, después
de años de no tener religión, ni principios, de no rezar ni arrepentirse según
los cánones, de dejarse llevar de la razón, de las teorías más variopintas que
justificasen su desenfreno, y no de la verdad insondable de la justicia, la caridad, la conciencia,
Dios; ¿Para limpiarte por dentro?, se confiesa de:
“Haber
mentido a conciencia a compañeros, amigos, y familia por espurios motivos,
siempre anteponiendo tus pasiones e intereses a lo egoístamente más ingrato.
Despreciar
a los que creía tontos, torpes e imbéciles o inadecuados, incluso sin dejar
pasar la ocasión, si se presentaba, de humillarlos ante los demás, incluso
destruirlos cuando podía.
Desear
a las mujeres, hijas e incluso madres de tus amigos o conocidos sin pensar en
las consecuencias o en los problemas que ocasionaras en el camino de tu
lascivia, siéndole infiel a tu pareja en cuantas ocasiones se le habían presentado.
Haberse
siempre preocupado de sacar de todo más beneficio que los demás, aunque fuesen
más merecedores que él, sin ser consciente de que estaba robando, quedándose
con lo ajeno e incluso en ocasiones, haberse vanagloriado en público de su
rapiña e impostura.
Y
mucho…mucho más de lo que se irá acordando mientras el ocaso escribe su hasta
luego en el horizonte.”
El fresco aire de la
madrugada de aquella pleamar llena de sonidos dispersamente tenues lo fue
amodorrando envuelto en su inseparable saco de dormir, y parecía más tranquilo,
incluso sonriente antes que el sueño le ganara la partida a los recuerdos,
parecía incluso que se hubiese concedido el perdón aunque no estuviera del todo
arrepentido.
En esta última etapa de su
vida, siempre se acordaba de su viejo amigo Antúnez, que cuando se moría y a
pesar de ser y decir que era totalmente comunista y ateo, le decía:
“¿Y si…y si…? Me he
confesado y me he puesto a bien con Dios, por si acaso”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario