lunes, 29 de enero de 2018

Greguerías

Estaba confuso por la cantidad de pensamientos dispares que fluían a su mente y que se entremezclaban con la realidad o con el sucedáneo de realidad que él intuía como propia, algunas como consecuencias del pasado, y aunque siempre somos las consecuencias de nuestros actos, tratamos sin darnos cuenta de justificar, modificar e incluso dulcificar los más dolosos, los que menos nos gusta recordar,  los que vemos como zonas fallidas y de las que queramos o no somos responsables.
                                                                    



“Si hubiese hecho esto en vez de aquello…”, “si hubiese sido capaz de mejorar las tendencias personales que sabía que estaban mal…”, “si hubiese puesto más ganas y  vehemencia en mis razonamientos…”, “si me hubiese puesto en mis sitio sin humillar a nadie…” ¿Sería el presente diferente, estaríamos mejor, más contentos, tendríamos mejor trabajo, seríamos más felices?
                                                                


“Conócete a ti mismo”
Esta frase que estaba escrita en el pronaos del templo de Apolo en Delfos (Grecia), según el periegético Pausanías y atribuida a varios sabios griegos, creo que siempre debería estar presente cuando pretendemos conocer, incluso juzgar atrevidamente a los demás.
                                                                     


Cuando nos miramos al espejo y nos contemplamos ¿Nos reconocemos, o nos engañamos viéndonos como querríamos ser, o como nos gustaría que nos viesen?
Qué difícil es hacernos una introspección y ver la verdad, no nuestra verdad que casi siempre suele ser mentira, sino la realidad a secas, sin mejoras ni  justificaciones amables, sino la dureza de nuestra realidad con todas sus consecuencias. Y asumirlo.
                                                                        


Levantamos tantas ampollas cuando volcamos en palabras nuestros pareceres y opiniones en público, ante cualquiera, sin pararnos a pensar en nuestra osadía, en cómo destrozamos reputaciones y en las consecuencias que esos dardos venenosos tienen para  el sujeto de quien se habla.
Tratamos por todos los medios de que las virtudes, los logros, las acciones de los otros no sean absolutamente positivas. Estamos en el país del “pero”:
“Hay que ver cómo Fulano cuida de su familia, es un ejemplo, “pero” con sus amigos…” “Aquel es un fuera de serie trabajando, “pero” es un pelota con el jefe”. “Tu cuñado siempre está dispuesto a hacer favores y ayudar, “pero” bebe demasiado”. “Qué guapa y que buen tipo tiene la novia de tu amigo, “pero” cuando habla…”
                                                                       
 
Siempre un pero para restar importancia a los demás, “pero” si esto lo hicieran con nosotros y supiéramos quien lo dijo ¿Cómo reaccionaríamos?
La mejor opinión es la que se calla (si es que no vamos a ser positivos),  la que omitimos para no perjudicar a nadie. Cuánto daño hacemos.

“No quieras para los demás lo que no quieras para ti”. 

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