lunes, 12 de febrero de 2018

Otra forma de entender


Imaginaos por un momento que al ser humano no le fuera posible hablar ni oír, que tuvieran que entenderse unos con otros de otra forma diferente a la palabra. ¿Cómo lo haríamos para denotar convencimiento o pesadumbre o nostalgia?
                                                               


No se trataría de adoptar todos la técnica de los sordomudos, ya que todos lo seríamos, sino que nuestros gestos, nuestras percepciones tendrían un desarrollo tal que lo harían muy semejante a la palabra, ya que seguramente con un gesto o una mirada comunicaríamos sensaciones, sentimientos, incluso seríamos capaces de llevar el gesto al razonamiento, incluso podríamos convencer o demostrar aversión ante cualquier posicionamiento.
                                                                   


Tendríamos mucho más evolucionada la mente, con lo que podríamos comunicarnos a través del pensamiento (telepatía), seríamos casi todos sinestésicos (comunicación entre los sentidos), nuestro mundo interior sería mucho más rico, aunque todo esto tendría algunos inconvenientes.
                                                                     


¿Cómo mentir o comunicar algo de lo que no estuviéramos convencidos?, ¿habríamos devenido hacia alguna forma mental de reserva, como algún tipo de pantalla que ocultara nuestra auténtica forma de pensar?
                                                                     


Algunos diréis que para evitar esto habríamos desarrollado algún tipo de escritura, si no para transcribir palabras, al menos para comunicar pensamientos, dejar anales del saber o de la creatividad de otras épocas pasadas o teorías aún no maduras por venir. ¿Pero qué razón habría para esto si con mirar a cualquiera sabríamos qué está pensando o qué intuimos que siente? Con entrar en el pensamiento de otros seríamos capaces de absorber todo lo aprendido, de saber su historia, de sus miedos y de sus miserias.
                                                                     

Serían innecesarios los teléfonos, las televisiones sólo nos transmitirían imágenes, pero el inconveniente es que la música no existiría, ni sabríamos de los primeros lloros de nuestro hijo al nacer, y el gran placer de la lectura casi no tendría sentido.
¡Qué bonito o qué terrible! ¿No?
                                                                    


Aunque creo para mi pesar, que no seríamos mejores, que seguiríamos siendo seres destructivos, mentirosos, egoístas, pero igual que ahora, también habría gente dispuesta a darlo todo por los demás, solidarios, razonables y buenos.
                                                                     


El hombre en su historia a través de los tiempos, siempre ha sido capaz de lo mejor y lo peor y esto es consustancial del género humano; lo auténticamente importante es ser capaces de mirarnos dentro para entender que somos más felices haciendo el bien que el mal, que la satisfacción personal y los escasos momentos de felicidad se encuentran en las pequeñas cosas, en los efímeros momentos de plenitud que todos desearíamos fuesen eternos.
Tenemos la obligación de ser mejores, a pesar de nosotros mismos.

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