lunes, 26 de febrero de 2018

Todo por la seguridad


Paso por épocas en que me lo pienso antes de montarme en un avión, y otras que voy tan relajado, que me quedo dormido durante el vuelo, pero esta vez era de las primeras, y además era un vuelo muy tarde; a las nueve de la noche.
Siempre llego a los aeropuertos sobrado de hora para que me dé lugar a tomar un café, pasar por los servicios, comprar un periódico y fumarme un cigarrillo, y ahí estaba yo a punto de pasar el control de seguridad con tiempo más que de sobra para el embarque.
Después de pasar el primer control enseñando la tarjeta de embarque, fui poniendo en una bandeja el móvil, la cartera, el reloj, el cinturón y la Tablet, disponiéndome a pasar bajo el arco de detección de metales, pero antes avisé al seguridad de que llevo implantada una prótesis de cadera y que aquello sonaría, como así fue.
Me apartaron a un lado y me pasaron nuevamente un detector más pequeño por todo mi contorno, y seguía sonando. Me registré los bolsillos en donde tenía una moneda, me saqué la cadena con mi medalla, y la alianza de casado, me hizo quitarme los zapatos, pero aquello seguía igual, y a todo esto la maleta estaba retenida porque llevaba líquidos menores de 100 ml. pero que no iban en una bolsa trasparente, por lo que me dieron una bolsa para meterlo todo y pasarlo  por el control nuevamente.
                                                                  


El seguridad, me cacheó por todo el cuerpo manualmente, por lo que de broma le dije que solo le había quedado besarme, pero aquel individuo muy serio no me contestó, pero me pasó también un artilugio para ver si llevaba drogas, diciéndome que esperara la venida de un compañero.
No sabía de qué iba aquello, y mi mujer que ya había pasado el control, esperándome para embarcar, ya justitos de hora.
                                                                  


Por fin llegó otro empleado que parecía el jefe, quien después de cruzar susurros con el que me había registrado, me pidió educadamente que lo acompañara, metiéndome en una habitación y pidiéndome que me desnudara. Bueno aquello ya me pareció demasiado, por lo que le volví a decir a aquel señor lo de la prótesis de cadera, pero nada, que tuve que despelotarme.
                                                                          


Fui poniendo toda la ropa encima de una mesa, incluido el corsé que llevo para la escoliosis de columna, quedándome sólo con los calzoncillos, pasándome nuevamente el detector que sonaba a la altura de la cadera. Le dije a aquel seguridad que estaba a punto de perder el avión, pero me dio la nada por respuesta.
                                                                    


Se llevaron toda la ropa y me dejaron solo en aquella habitación sin comentarme nada, para aparecer a la media hora otro señor trajeado con todos mis ropajes, pidiéndome disculpas y pidiéndome que me vistiera, pero la realidad es que me habían roto el corsé y descocido los bajos de los pantalones, y a los zapatos le habían despegado las suelas. No sé qué buscaban.
                                                                     


Una vez vestido, aquel último señor me llevó a un despacho para pedirme disculpas por todo lo pasado, que había sido un error, y que me llevarían a un hotel cercano al aeropuerto a pasar la noche con mi mujer hasta que embarcara a la mañana siguiente, y que me indemnizarían por los perjuicios sufridos, a lo que yo le dije que me habían destrozado psicológicamente, y que firmaría una hoja de reclamaciones.
                                                                   


Por fin a primera hora de la mañana un coche nos recogió del hotel para llevarnos a coger el vuelo, y ante la ironía con que yo le pregunté al chofer si llegaríamos a tiempo de pasar el control de seguridad, me contestó secamente que no me preocupara, como así fue, ya que nos llevaron directamente a la sala vips donde desayunamos y leímos la prensa hasta subir al avión donde nos sentaron en preferente.
Todo lo demás ya bien, y al poco tiempo recibí un cheque por un importe muy superior al desaguisado material, una carta donde amablemente y de forma almibarada me pedían disculpas, y dos billetes abiertos de avión para cuando quisiéramos volver a volar.
Y ahora pregunto. ¿Qué hubiese pasado si en ese segundo intento, donde no pasé por ningún control, hubiese metido en el equipaje de mano una pistola y dos quilos de cocaína?

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