lunes, 19 de febrero de 2018

Sueña que sueña


Se acostó a dormir la siesta como siempre hacía; una hora u hora y media de descanso que había practicado toda su vida, si no, estaba de mal humor, le dolía la cabeza, se ponía de los nervios, etc., o sea, que era su costumbre.
                                                                  


El mundo de los sueños es extraño. En nuestro subconsciente hacemos, decimos cosas de las que no somos responsables, con lo cual a veces despertamos con miedos, remordimientos o contentos con nuestras elucubraciones oníricas.
                                                               


Soñó primero que hacía el amor desaforadamente con varias muchachas distintas a plena satisfacción de todas las partes, luego soñó cosas incomprensibles, sin ningún sentido ni orden ni concierto, pero lo peor estaba por venir.
                                                                  


En un momento dado empezó a soñar que estaba de lado en la cama durmiendo con medio cuerpo paralizado, dormido, y que no se podía mover a pesar de los esfuerzos que hacía por cambiar de posición, incluso llamaba a su mujer que dormía con él para que le ayudase a salir del trance, pero que no se enteraba a pesar de sus gritos.
Por fin después de muchos esfuerzos, logró moverse en la cama, hizo ejercicios para desentumecer el brazo derecho, para una vez conseguido, cambiarse de posición hacia el otro lado, donde después de un rato también volvió a sentirse de la misma angustiosa manera.
                                                                   


Esta vez volvió a pasar por la misma escena, sin poder moverse a pesar de los esfuerzos que hacía, sin darse por vencido, pero sin conseguir salir de su terrible situación y con una terrible ansiedad, por lo que después de mucho tiempo y ya agotado, resignadamente se dio por vencido.
Mientras todo esto sucedía y ya en la realidad, su mujer dormitaba viendo la televisión delante de la chimenea como siempre hacía después de la comida, hasta que ya pasado bastante tiempo, se levantó para hacerse un café, miró la hora y pensó: “Este (refiriéndose a su marido), no va a dormir nada esta noche, pero lo voy a dejar, ya se levantará. Total, está jubilado y siempre le ha gustado el ratito de la siesta, ninguna obligación le espera”.
                                                                        


Pero cuando empezó a caer la tarde y viendo que no se levantaba, fue al dormitorio, descorrió las cortinas y levantó la persiana, llamando a su marido: “Carlos, esta noche te pondrás nervioso por no poder dormirte; estás durmiendo mucha siesta. Levántate”.
Pero viendo que  no se movía, empezó a zamarrearlo sin resultados, por lo que se paró aterrada al contemplar la lividez del rostro, para a continuación tomarle el pulso que no se lo encontraba, y ya muy nerviosa acercó el rostro a su boca para sentir que no  respiraba.
Horrorizada, llamó a emergencias y en unos diez minutos llegó una ambulancia con el médico y un sanitario, que a pesar de hacerle de todo, no lograron reanimar aquel cuerpo desmadejado.
Soy un ente inerte que deambulo curioseando, quizás un espíritu o una fuerza inmaterial que todo lo ve, por eso sé cómo murió aquel hombre; de un infarto de miocardio mientras dormía. Pobre.

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