lunes, 12 de marzo de 2018

Día internacional de la mujer


La lucha de las mujeres debe ir dirigida hacia la educación. Desde pequeña son mediatizadas por padres (y madres en algunos casos), hermanos, novios, maridos, jefes y compañeros, incluso alguna vez hasta por los propios hijos. Es ahí donde la brecha empieza, en la mente de sus compañeros de viaje.
                                                                   


Ese día mi casa funcionó como siempre, ya que desde que estoy jubilado, nos repartimos los quehaceres domésticos, pero ya desde  antes, siempre he tenido claro que aunque yo era el único que trabajaba fuera, los ingresos los consideraba compartidos, ya que ella trabajaba más que yo, y sin horas ni salario.
                                                                   


Una vez asentado esto, comentar que ya habíamos almorzado y recogida la cocina, por lo que mi mujer se echó en el sofá a ver la televisión y echar una cabezadita, y yo me metí en mi “burbuja” a leer y a bichear por internet.
En un momento determinado, me acordé que hacía días que no abría el buzón de correos, por lo que tal como estaba, en pijama y en bata, salí al jardín, abrí la puerta de la calle y me dispuse a recoger la correspondencia.
                                                                   


Pero he aquí, que un golpe de viento cerró la cancela de un portazo, y yo quedé a la intemperie sin llaves y en ropa de cama, por lo que empecé a llamar convulsivamente al video-portero para que me abriera mi mujer, pero encerrada como estaba y seguramente dormida, no se enteraba.
                                                                   


En estas estaba cuando se asomó una vecina, preguntándome qué me pasaba, y yo sin pensármelo dos veces le respondí: “He tenido una pequeña discusión con mi mujer, y me ha echado a la calle en este estado y ahora no me abre, a pesar que le estoy pidiendo perdón por el interfono, y ni me abre ni me contesta.”
La mujer se puso a gritar con todas sus fuerzas: “Abre Pili, que tu marido está arrepentido y hace frío, va a coger una pulmonía”.                                                             

A todo esto y debido a los gritos, salieron más vecinos, que se iban enterando de lo que pasaba, y también empezaron a gritar para que me abrieran, y yo más cortado que una monja en un sex-shop.
                                                                        


Por fin mi mujer se despertó con los gritos y los pitidos del portero, y me abrió preguntando qué pasaba sorprendida al verme en la calle en bata, pero yo disimulando me puse de rodillas con carita de pena diciéndole: “Perdóname amor mío”, a lo que todo el mundo gritaba; “Perdónalo pobrecillo, que está arrepentido.”
Siguiéndome la corriente, se me acercó besándome en la frente y diciéndome: “Te perdono”, con los que ya nos metimos a casa sin poder aguantar la risa.
Si las mujeres gobernaran el mundo, estoy seguro que nos iría mejor en todos los aspectos, y no habría que celebrar un día reivindicativo.
¡Mujeres al poder!

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