lunes, 4 de junio de 2018

Miradas



En una mirada, en tus ojos y en los míos, caben todas las cosas, las nubes, todos los colores, y casi se nos ven las intenciones y el sosiego o la incertidumbre de nuestro espíritu.
No me gusta pasear en soledad, me gustan las grandes ciudades donde estoy rodeado de gentes, tiendas y todo tipo de ruidos o silencios. Me fijo en el variopinto muestrario del género humano, y algunas veces incluso presiento o adivino los pensamientos del que va al trabajo embebido en algún problema que tendrá que solucionar, la chica que refleja la tristeza por algo pasado o por venir, el anciano de ojos muy abiertos pendiente de todo y que se para curioso en  los escaparates, indigentes solicitando una ayuda para comer a los transeúntes y que recibe estoicamente miradas de indiferencia, y me fijo más que nada en el porte de elegancia de todo este conglomerado.
                                                                              


Mujeres y hombres que aunque lleven ropas de marcas y diseños caros, no saben engañar con su apariencia, y otros y otras que de cualquier forma que vayan resultan elegantes por su clase innata, que no se adquiere con todos los dineros, sino que se mama desde la cuna.
Se me va la mirada, por extraño que parezca, a los tobillos de las damas, esas columnas poderosas que caminan inconscientes de mi admiración. Me dislocan los tobillos poderosos encima de esos tacones de alturas imposibles o simplemente planos y descalzos, que manejan con soltura gestos y movimientos. 
Ese aspecto lozano que denotan esas señoras, aunque vayan empujando un cochecito con bebés, o esas chicas y también esas otras de mediana edad, incluso  las ancianas ya, que se pongan lo que se pongan, van elegantes y guapas.
                                                                               


Y no me cansa el camino, sino que se me pasa el tiempo entretenido en mis observaciones y pensamientos. Entrar en cualquier librería que me salga al paso y curiosear en las novedades esperando que algún libro me escoja como lector, preguntar por aquel libro deseado que se encuentra  agotado, y sobre todo leer las contraportada de todo lo que miro.
Aunque algunas veces acudo al paseo por el campo llenando mis pituitarias de aromas a espliegos, romeros y lavandas, entre trinos, validos y rebuznos, mis correteos preferidos siguen siendo la urbe con sus bocinas, risas, y charlas pacíficas o a gritos; cuando estás en paz con tu yo más íntimo, parece que las percepciones son más  enriquecedoras y que el pensamiento fluye positivamente y sin prejuicios.
Mirar, observar, percibir. Todo con el único afán de aprender.

En Madrid, a 4 de junio del 2018

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