Quienes están atentos a los
medios de comunicación y los utilizan con asiduidad, saben distinguir
perfectamente lo que es una noticia falsa (fake news en inglés) o
malintencionada o una verdad a medias, y tienen por costumbre contrastarla con
otras fuentes para ver de qué se trata, y si hay algo de verdad en la que leyeron
o escucharon primero poniendo en duda su veracidad.
Así nos dicen fuentes creíbles,
que de un total de 126.000 tuits entre 2016 y 2017 que habían compartido un
total de 3 millones de personas, alrededor de 4,5 millones de veces fueron
reenviados, sabiendo o sin saber si eran verdaderos o falsos aunque no tenían
visos de ser ciertos.
España es el país de Europa
donde más proliferan las noticias falsas, y es curioso cómo estas van dirigidas
en primer lugar hacia los políticos, siguiéndoles en este penoso ranking las
que hablan de nutrición y de remedios milagrosos que curan graves enfermedades.
Hay que ser muy cuidadosos
con lo que se lee o ve en google, Facebook, whatsapp, instagran, youtube, twitter
o spotify, y por principio poner en entredicho cualquier cosa que nos haga
rechinar los dientes.
Quizás como todos ustedes,
yo pertenezco a esa extensa comunidad que frecuenta las redes sociales, y os
puedo decir que cada vez que leo algo que no me resulta creíble, me lo miro en
otros medios de comunicación de los denominados serios, y si constato que
efectivamente es falsa la noticia, digo en el correspondiente foro que es falso
lo que están divulgando, y alguna vez no sólo no me la han rebatido, sino que
me han insultado por denunciarla.
Pero lo que me resulta más
curioso, es que personas allegadas por amistad o familia que me mandan a través
de whatsapp, facebook o twitter alguna de estas noticias falsas, lo hacen a
sabiendas de que son mentiras, por sabotear al gobierno que en ese momento está
en el poder o para desprestigiar a personas que no les caen bien o que no son
de su tendencia religiosa o política, y todo esto a pesar de que son personas
formadas y algunas con profundas creencias religiosas, para las que la maledicencia o falso testimonio no
significa nada ni son pecado si este va
dirigido contra alguien de ideas diferentes a las de ellos, defendiendo no sé
bien qué intereses espurios.
Y como siempre, de todo esto
los más perjudicados son las personas menos formadas, los niños y los ancianos,
que cualquier cosa que leen o ven en televisión son de una verdad irrefutable,
por lo que hay que abrirles los ojos a la realidad.
Ya lo dijo alguien sabio: “La
verdad os hará libres”.
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