jueves, 15 de noviembre de 2018

Abrazos


Hay pocos gestos más elocuentes que denoten amor, ternura, amistad entrañable que un abrazo. Con un abrazo se disipan las amenazas, los miedos, la inseguridad. Te relajas y sientes la potencia del otro unidos en un solo sentimiento.
                                                                   


En otras culturas que no sea la mediterránea, ese tipo de acercamiento es extraño, por mucha proximidad que haya entre personas, como mucho, todo queda en un estrechamiento protocolario de manos o en una medida reverencia como en Japón, inclinándose más la persona considerada de menor rango. Los besos y efusiones se dejan para una reservada intimidad.
                                                                    


Pero al final lo que queda es abrazarse, confiar en el otro, amar y dejarse amar en el tobogán de la vida; solamente es verdad lo que puede abrazarse, lo demás es humo.
Un abrazo puede convertir un mal día en el mejor de nuestra vida, y un beso sin un abrazo es como un perfume muy valioso pero que no podemos oler su fragancia. Un buen abrazo te cambia el metabolismo.
                                                                    


Un abrazo es dar amor sin decir nada, es el mejor remedio para un alma enferma.
                                                                       
     
Si encuentras a quien abrazar cerrando los ojos y olvidándote de todo lo demás, aunque dure poco, sentirás un gozo interior incalificable y podrás sentirte afortunado.
                                                                       


A veces me han abrazado tan fuerte, que cuando se ha ido la persona noto que el abrazo se ha quedado conmigo. Esto me hace sentir bien, me hace mejor persona, es como una droga milagrosa.
Abrazando a la mujer que quiero, siento que nuestro amor nunca podrán sacarlo de raíz. Esa magia hace que desaparezcan las tristezas y me acelera el corazón. Este abrazo íntimo entre dos personas es un virtuoso paso de baile.
                                                                


Cuando en una discusión entre amigos verdaderos y por muy espinosa que resulte la afrenta, con que una de las dos personas diga: “venga, olvidémonos de esta tontería y dame un abrazo”, se habrá terminado el problema, y seguro que hasta con alguna lágrima de por medio.
No llores por lo que no puedas abrazar, no te enfades con el que te quiere, no sacrifiques una buena amistad por una mala palabra, no cierres tu corazón ante quien te ama.
                                                                     


No hay mayor felicidad interior que el que tiene voluntad de perdonar, el que abraza de corazón a alguien cercano o distante. Abracémonos aunque no haya motivos aparentes, la otra persona sabrá ponerle nombre.
Un fuerte abrazo a todos.

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