miércoles, 13 de febrero de 2019

El olvido


Me pasaba cada vez más a menudo; buscaba algo y no recordaba donde lo había puesto, y me daba mucho coraje. Yo, que presumía de ser muy ordenado.
Iba a comenzar un viaje de tres o cuatro días por el Alentejo portugués, y no encontraba por ningún lado mi D.N.I, y claro, tenía que encontrarlo sí o sí, porque si no, tendría que retrasarlo todo y era un jaleo.
                                                                 


Con este problema en el pensamiento me fui a la cama, y después de leer un par de capítulos del libro que estaba leyendo, me eché a dormir.
Me desperté a media noche obsesionado con el problema, y dando vueltas en la cama porque no volvía el sueño, cuando creí oír unos susurros provenientes del piso de abajo que no entendía, pues mi mujer dormía plácidamente a mi lado. ¿Qué pasaba?
                                                                    


En lo primero que pensé fue en que nos hubiéramos dejado encendida la televisión, por lo que me levanté a oscuras sólo con mi linterna y bajé las escaleras hasta el salón, cuando me quedé helado cuando una voz me dijo en tono imperioso: “Apaga la luz que no hace falta, y tranquilo que no pasa nada”
Cómo iba a estar tranquilo si aquello la única explicación que tenía es que alguien hubiera entrado a robar, pero la voz volvió a decir: “¿No sabes quién soy?”
                                                                     


“Pues no”, le dije a la voz.
“Te olvidas hasta de los que hemos formado parte de tu vida, ¿No ibas a olvidar donde pusiste el carnet?”
“¿Y cómo sabes tú eso? Tu voz me resulta familiar de hace mucho tiempo, pero dime quien eres y qué quieres.”
“Como estaba aburrido en donde estoy, me dije que vendría a verte y de camino a hacerte un favor.”
                                                                  


Me quedé asustado buscando la voz por entre la oscuridad del salón, pero todo estaba de un oscuro total, ni siquiera sabía bien de dónde provenía aquel sonido.
“¿Sigues sin recordar a quien pertenece mi voz?”
“Lo siento, pero no sé, tengo un vago recuerdo de hace muchísimo tiempo, pero no.”
“Bueno ya está bien. El carnet te lo dejaste entre las páginas del libro que devolviste a la biblioteca pública. Vuélvete a dormir”.
Y noté como un aire helado me envolvía que me hizo despertarme e incorporarme en la cama. ¿Qué había pasado?
                                                                         


Después de desayunar esa mañana y aún con el susto en el cuerpo por lo pasado durante la noche, me dirigí a la Casa de la Cultura que es donde está la biblioteca pública, indicándole a mi amiga Mary Carmen, la bibliotecaria, si me dejaba el libro que había devuelto hacía unos días.
Al hojear el libro, se cayó de entres sus páginas mi carnet de identidad. ¿Sería posible?
¿Era realidad o sueño el suceso de la noche? Y ¿De quién sería esa voz que me era conocida?
Espero acordarme en algún momento, pero ya sabéis que se me olvidan las cosas.

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