Me pasaba cada vez más a
menudo; buscaba algo y no recordaba donde lo había puesto, y me daba mucho
coraje. Yo, que presumía de ser muy ordenado.
Iba a comenzar un viaje de
tres o cuatro días por el Alentejo portugués, y no encontraba por ningún lado
mi D.N.I, y claro, tenía que encontrarlo sí o sí, porque si no, tendría que retrasarlo
todo y era un jaleo.
Con este problema en el
pensamiento me fui a la cama, y después de leer un par de capítulos del libro
que estaba leyendo, me eché a dormir.
Me desperté a media noche obsesionado
con el problema, y dando vueltas en la cama porque no volvía el sueño, cuando
creí oír unos susurros provenientes del piso de abajo que no entendía, pues mi
mujer dormía plácidamente a mi lado. ¿Qué pasaba?
En lo primero que pensé fue
en que nos hubiéramos dejado encendida la televisión, por lo que me levanté a
oscuras sólo con mi linterna y bajé las escaleras hasta el salón, cuando me
quedé helado cuando una voz me dijo en tono imperioso: “Apaga la luz que no
hace falta, y tranquilo que no pasa nada”
Cómo iba a estar tranquilo
si aquello la única explicación que tenía es que alguien hubiera entrado a
robar, pero la voz volvió a decir: “¿No sabes quién soy?”
“Pues no”, le dije a la voz.
“Te olvidas hasta de los que
hemos formado parte de tu vida, ¿No ibas a olvidar donde pusiste el carnet?”
“¿Y cómo sabes tú eso? Tu
voz me resulta familiar de hace mucho tiempo, pero dime quien eres y qué
quieres.”
“Como estaba aburrido en
donde estoy, me dije que vendría a verte y de camino a hacerte un favor.”
Me quedé asustado buscando
la voz por entre la oscuridad del salón, pero todo estaba de un oscuro total,
ni siquiera sabía bien de dónde provenía aquel sonido.
“¿Sigues sin recordar a
quien pertenece mi voz?”
“Lo siento, pero no sé,
tengo un vago recuerdo de hace muchísimo tiempo, pero no.”
“Bueno ya está bien. El
carnet te lo dejaste entre las páginas del libro que devolviste a la biblioteca
pública. Vuélvete a dormir”.
Y noté como un aire helado
me envolvía que me hizo despertarme e incorporarme en la cama. ¿Qué había
pasado?
Después de desayunar esa
mañana y aún con el susto en el cuerpo por lo pasado durante la noche, me
dirigí a la Casa de la Cultura que es donde está la biblioteca pública,
indicándole a mi amiga Mary Carmen, la bibliotecaria, si me dejaba el libro que
había devuelto hacía unos días.
Al hojear el libro, se cayó
de entres sus páginas mi carnet de identidad. ¿Sería posible?
¿Era realidad o sueño el
suceso de la noche? Y ¿De quién sería esa voz que me era conocida?
Espero acordarme en algún
momento, pero ya sabéis que se me olvidan las cosas.
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