viernes, 21 de junio de 2019

Máquinas


Estoy leyendo un libro de Albert Espinosa titulado “Lo mejor de ir es volver”, que nos sitúa a los humanos en el siglo XXII, donde las máquinas de forma amable (no se rebelan contra el hombre), lo hacen todo, incluso premiarnos o castigarnos en función de los amores o los odios, premiándonos si cumples los cien años, con nombrar a tres personas que queramos que desaparezcan, de las cuales ellos elegirán a una que morirá. 
                                                 

En este universo futurible donde al hombre de hoy sólo le quedarían los recuerdos, hay una frase que lo simplifica todo: “Hay un día en la vida en que debes decidir si deseas tener la razón o la tranquilidad”, y ahí está la “madre del cordero”. 
                                                      

Ahora se habla de ese futuro cuando escuchamos hablar de la Inteligencia Artificia, o de como un robot es capaz de operar a una persona dirigido por un cirujano a cientos de quilómetros, o de cómo cambiará nuestras vidas el 5G, o la visión de los enormes ordenadores que guardan todo lo nuestro en la denominada “nube”, pero desde casi que el hombre inventó el fuego y la rueda, las máquinas nos han aliviado o en muchos casos nos han sustituido, casi siempre para nuestra calidad de vida y nuestra comodidad. 
                                                      

Al principio estas máquinas eran caras, sólo las podían adquirir gente adinerada, pero decidme ahora quien no tiene una lavadora, o un coche o un aparato de aire acondicionado; contad, cuando se habla de una vivienda, los robot entendidos como máquinas de las que estamos rodeados. 
                                                     

Pero pienso que en el futuro si habrá una gran diferencia de los hombres con dinero, que podrán traer a sus hijos al mundo diseñados a la carta y exento de enfermedades genéticas e importantes, mientras las personas con pocos recursos jamás traspasaran esas fronteras, con lo que el mundo estará dividido como antiguamente entre señores y siervos, al vedarse a las clases bajas los increíbles inventos que el futuro nos depare. 
                                                    

No sé a vosotros, pero a mi todo esto me inquieta bastante, pues veo que el mundo camina hacia un futuro donde habrá una clase social cada vez más rica y dueña de todos los recursos, y una gran masa de pobres que dependerán de las migajas que les quieran dar, lo que redundará en que quizás se prenda una chispa de concienciación para acabar con los privilegios de unos pocos, lo que me lleva a pensar que la catástrofe final nos depara un dudoso final. 
Los sabios que queden entonces, tendrán que legislar de forma que las máquinas estén al servicio de todos, que toda la investigación sea pública y que los avances para la salud sean universales, aunque otros entes que sirvan sólo para la comodidad y el regocijo, sean para los que se lo puedan permitir. 
Es todo muy complejo, pero aprovéchate ahora que aún puedes soñar; mañana no sabemos. 

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