viernes, 22 de noviembre de 2019

Fogata con sorpresa


Esas mañanas de intensa humedad y una niebla que se corta, que me hace pensar en la más que triste Irlanda,  y que ya rayanas las horas del mediodía, no abren hacia un espléndido sol, sino que se tuercen hacia los chubascos intensos que te hacen resguardarte en el calor de la casa, o si tienes posibles y estás de asueto, te vas a malgastar dinero a cualquier centro comercial, o aprovechas para tomar un café con ese amigo que te encuentras casualmente y que hacía tiempo que no os veías.
                                                                   


Yo opté por resguardarme con un libro frente a la chimenea, donde una vez cebada bien de troncos, risporroteaban alegremente a la vez que calentaban mis helados pies.
Esto de tener un centro de calor tan inusual en los días que corren, tiene el valor añadido en que de vez en cuando, se te queda la mirada pegada a las llamas y la mente se espereza hacia cosas ya  inauditas y complejas o simples, pero siempre presentes aunque no queramos acordarnos de ellas.
                                                                       
  
Estaba así entre la ensoñación y el libro, cuando la candela, que tenía lo que parecía una raíz enorme que no acababa de arder, le fui arrimando maderas más pequeñas para avivar el fuego, pero aquella gran raíz se quemaba muy lentamente e iba tomando una forma de calavera que no me gustaba nada.
Y el caso fue, que aquello que parecía una raíz, para mi sorpresa era de verdad un cráneo humano, y no sabía qué hacer. Busqué al vecino de la casa contigua que trabajaba en un hospital, y al contemplar este amigo aquel cráneo chamuscado y ratificar mi hallazgo, me instó a llamar a la Guardia Civil, que fue lo que finalmente hice.
                                                                     


Vino la policía, un forense, y la casa se me llenó de gente extraña, mientras yo contestaba a las preguntas de la autoridad, dándole el teléfono y el nombre del suministrador de la leña y un montón de datos que me pidieron, y percibí en sus miradas  que dudaban de mí y que acaso pensaban que yo era un asesino, menos mal que mi mujer volvió de sus compras y esto me tranquilizó un `poco y a ellos también, y hasta tomaron café.
                                                                     


Aún estoy esperando después de muchos días alguna información, aunque a mi amigo Manuel que me trae los troncos, lo marearon bastante.
Me estoy planteando pasar por rayos X la próxima carga de leña, no sea que me vuelvan a colar por el mismo precio algún resto humano.
Terrible.

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