viernes, 8 de noviembre de 2019

Una historia actual


Marta y Laura eran dos mujeres que estaban juntas desde la guardería, ya que eran vecinas en un exclusivo parque residencial de familias más que pudientes, cumplidoras católicas y   muy conservadoras en todos los aspectos.
                                                                    


Fueron creciendo y pasaron la adolescencia en el mismo colegio; tenían pocos amigos, y siempre fueron inseparables y un poco “bichos raros”, o eso era lo que opinaban sus compañeros de ellas. Estudiantes brillantes, por lo que a las familias les resultó extraño que escogieran ambas una universidad navarra para sus estudios superiores, teniéndolo todo a mano en Madrid.
                                                                  


Cuando volvieron a sus casas en un periodo vacacional, reunieron un día a sus dos familias en una cena conjunta porque querían anunciar algo, y todos con mucho recelo acudieron al evento sin sospechar el motivo.
Los padres hablaron de sus negocios, las madres, de temas más mundanos, y ellas atendían a todos con medias sonrisas y pocas palabras, cuando ya en los postres, Marta  dijo que quería anunciar algo.
                                                                     


Todos silenciaron sus conversaciones, y expectantes, escucharon a la muchacha:
“Como sabéis, Laura y yo llevamos juntas toda la vida, y queremos deciros que nos queremos, y nos queremos más allá de nuestra amistad. Estamos enamoradas, y hemos decidido vivir juntas en lo sucesivo. Esto queríamos deciros, y esperamos que lo entendáis, porque os queremos.”
Todo el mundo se quedó en silencio, entre asombrados y cortados. Ninguno esperaba aquello, por lo que pasado unos pocos minutos de conversaciones banales, cada familia volvió a su casa.
                                                                      

Sólo la madre de Laura reaccionó bien, abrazando a su hija al llegar a casa y deseándole lo mejor, pero su padre no volvió a dirigirle la palabra. En la otra familia, decidieron que esto era bochornoso y que no lo admitían.
                                                                   


Ambas volvieron a Pamplona, acabaron sus carreras, empezaron a trabajar y desde aquel lejano día vivieron juntas y enamoradas, y un buen día decidieron ser madres.
Las relaciones con sus familias habían sido nulas en todo este tiempo, por lo que se sorprendieron mucho cuando ambas familias se presentaron en los dos partos, y como si nada hubiera pasado, se normalizaron las relaciones familiares o casi, porque el padre de Marta, aunque acudió a todo, nunca se mostró conforme con la situación. Ellas dicen a todo el mundo y a sus pequeños, “que son dos hijos, dos madres y dos padres en una sola familia”.
Son felices y se quieren, ¿Qué más se puede pedir?

No hay comentarios:

Publicar un comentario