martes, 29 de octubre de 2019

Inventores en peligro


Eran dos jóvenes inquietos, estudiantes del último curso de ingeniería informática, pero que en sus ratos libres, en vez de copas, ligues y demás cosas que hacían sus compañeros, se iban a una nave industrial del padre de uno de ello, antigua imprenta de un conocido rotativo.
                                                                    


Allí investigaban todo lo que se les ocurría, hasta que un día casi sin querer, dieron mediante nanotecnología con un procesador con núcleo de grafeno y titanio, y que si llevaban  sus investigaciones hasta donde querían, podía revolucionar el mundo informático, de la energía solar, eólica, del automóvil y otras muchas cosas, pero necesitaban financiación.
Ya se habían gastado casi todo lo que tenían y algunos ahorros de la familia para registrar a nivel mundial su procesador.
                                                                     


A partir de aquí, recibieron varias ofertas queriendo comprarles su invento, pero no era eso lo que ellos deseaban, sino poder terminar sus investigaciones, y lo único que se les ocurrió, fue poner en una página de internet peticiones económicas, que no llegaron a mucho, pero suficiente para seguir investigando unos meses.
A pesar de los sistemas de seguridad que tenían en la nave, habían intentado robarles en dos ocasiones, y una de ellas habían estado muy cerca de conseguirlo, por lo que repartieron sus informes y estudios más sensibles entre varias ubicaciones.
                                                                        


Pero todo se precipitó cuando Mané, uno de ellos, desapareció de forma misteriosa un día saliendo de clase, y Jose, el otro socio, había recibido en el móvil un mensaje diciendo que si no entregaban los estudios de su invento, no vería más a su amigo, y que no llamara a la policía.
Las familias se reunieron para decidir qué hacer, si entregarlo todo y salvar al muchacho, o ¿qué otras opciones tenían?
                                                                      


Algunos compañeros de facultad también se reunieron, y el padre de uno de ellos acabado de jubilar y que había trabajado en una brigada policial de delitos informáticos, quedó en llevar a cabo una investigación secreta pero con premura, pues no disponían de tiempo.
El caso fue, que el chico apareció sin tener que entregar nada, y por la prensa se enteraron del desmantelamiento de una peligrosa banda que operaba desde Bulgaria, apresando en Madrid y en varios otros países a catorce personas.
                                                                       


Pero como su incipiente invento necesitaba tecnología punta, que no poseían, y mucho dinero, tuvieron que tragar y asociarse con una multinacional coreana, creando una empresa de la que ellos sólo tenían el 35%, pero que les respetaba la propiedad del invento y trabajar en lo que les gustaba.
Sólo el dinero es dueño de las tecnologías, y nadie sabe cómo la utilizarán las todopoderosas multinacionales.

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