miércoles, 19 de octubre de 2011

HALLOWEEN (1ª Parte)


Pasaba el fin de semana en la playa con mis padres, cuando una llamada de mi jefe me sacó del sopor pos almuerzo, de un mes de Noviembre anormalmente primaveral.
Era mi segundo año del MIR en la especialidad de psiquiatría y había congeniado perfectamente con el profesor Benavides, catedrático del H. Clínico Universitario Virgen Macarena de Sevilla, ilustrísimo y sapientísimo psiquiatra reconocido por muchas universidades españolas y extranjeras, donde había dado clases.
“Diego, cuando vuelvas el domingo, pásate por mi casa, da igual la hora pues no me voy a mover”. Esta fue la escueta llamada que no quiso extender en pistas ni en razones, de tal forma que a las siete de la tarde del día de regreso, estaba llamando al timbre de su chalet.


                                                                               
Una vez realizados los saludos de rigor y frente a frente en su despacho,  sirvió dos generosos whiskys con hielo y agua, antes de aclararme el por qué de la inesperada cita.
“Una sobrina de mi mujer quiere que la vea en consulta, pues tiene una crisis tremenda no sé bien si de miedo, ansiedad o ambas cosas, y como es de la familia me gustaría que tú la llevaras, desde luego bajo mi supervisión. Mañana estará en el hospital a la una y media”.
Aunque me dio a entender que sabía mas del asunto, desvió la conversación hacia otros temas intrascendentes, con lo cual cuando terminamos la copa nos despedimos hasta el día siguiente.
Bea, que era el nombre de nuestra paciente, fue muy puntual. Era una chica alta, muy morena y con unos increíbles ojos verdes. D. Arturo hizo las presentaciones y nos sentamos en el saloncito adjunto al despacho, ella muy seria y bastante nerviosa, y yo me dispuse a escuchar, no sin antes poner a funcionar una pequeña grabadora que siempre utilizaba, pues me servía para que nada se me pasara por alto.
                                                                               
El profesor rompió el hielo diciendo:
-Bea, quiero que nos cuentes desde el principio todo lo que te agobia y no te deja dormir. Diego es el médico que te va a llevar, yo estaré aquí hasta que te tranquilices, así que adelante.
-No sé cómo comenzar, y empezó por llorar sin consuelo. Pudimos tranquilizarla un poco y le dije:
-Empieza por donde quieras, te escucho. Perdón te escuchamos
-Yo me iré en diez minutos, pues tengo clase, dijo el profesor.
-Todo empezó hacia el final de Octubre o el primer día de Noviembre, no me acuerdo bien. Había planeado con mis amigas  ir a una fiesta de Halloween a la Sala Azul, y para eso nos habíamos preocupado de disfrazarnos de todo lo peor y más tétrico, pues queríamos impresionar a propios y extraños.
Yo iba de bruja muy bien caracterizada y había mucha gente en la fiesta, todas magníficamente disfrazadas y algunas ya pasadas de copas. Llevábamos allí como dos horas y después de haberme bebido tres cubatas, me sentía un poco mareada y así que me apetecía tomar una bocanada de aire fresco.
Subía la escalera hacia la puerta, cuando vi que me miraban desde arriba con mucha atención, y la realidad es que el chico que me observaba no me resultaba del todo desconocido. Al llegar a su altura me dijo:
-Hola Bea, ¿Qué tal te va de bruja?
Era un “zombi” muy bien caracterizado, con una enorme cicatriz en la frente y una sanguinolenta gorra de básquet. Le faltaba un zapato y despedía un asqueroso olor a cadáver, a podrido y a sucio.
-Me suena tu cara, pero no te sitúo en este momento.
-Nos presentó un hermano de tu amiga María, dale recuerdos a ella y a su hermano Juan. Tenía muchas ganas de verte.
-Aún no has dicho cómo te llamas, aunque sí recuerdo cuando nos presentaron.
-Ramón, era Ramón, me dijo.


                                                                              
En ese momento unos amigos se marchaban y se despedían invitándome a otra fiesta más tarde, pero me volví diciendo:
-¿Era? Pero Ramón ya no estaba allí. Lo busqué con la mirada y había desaparecido.
Bajé a la sala con mis amigas un poco mosqueada por el encuentro, pero no dije nada hasta cuando salimos, que una de ellas me dijo.
-Te he visto hablando con alguien en la puerta. ¿Quién era?
-Pues un chico que conocí hace tiempo, Ramón, muy amigo de Juan, el hermano de María, que por cierto me ha dado muchos recuerdos para todos y especialmente para Juan.
-No lo recuerdo, pero se los daré a mi hermano, dijo María.
Volví a casa muy tarde, casi amaneciendo, así que me acosté dispuesta a levantarme tarde el domingo, pero a las doce me despertó una insistente llamada al móvil.
Medio dormida, vi que era María y le contesté:
-¿Por qué me despiertas de madrugada?
-No podía esperar más. Hace un rato hablé con mi hermano y me dijo que ese tal Ramón no  pudo darte recuerdos, pues se mató en la moto el día del Pilar.
-Imposible ¿Seguro?
-No cabe duda que alguien te ha gastado una broma. Si quieres ven a casa que te enseño una foto de Ramón con mi hermano, verás cómo no era tu amigo.
Me di una ducha rápida y volé hacia casa de mi amiga que me estaba esperando con su hermano.
-Mira estas fotos y dime con quién estuviste, me dijo Juan.
A quién señalé era Ramón, sonriente y con la misma gorra que llevaba en la discoteca.
-Pues es imposible, ya te ha dicho María que se estrelló contra un poste en la carretera el día del Pilar.
No sabía que decir ni que pensar. Yo había visto a ese chico, aunque ya me hacían dudar, quizás fuesen p las copas que había tomado.
( Continuará)



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