miércoles, 3 de julio de 2013

Carne trémula

Estaba perdidamente enamorada de él, pero no controlaba ni lo había sujetado en ninguna de las barbaridades que había hecho durante el tiempo que llevaban relacionándose, simplemente se planteaba esta relación hasta que durara, sin importarle el futuro, sólo el día a día.
Ramón dependía solamente de sus adicciones, alcohol, hachís, cocaína, heroína y cualquier otra sustancia que pudiera meterse para embotar sus sentidos.
                                                


Todo empezó cuando su madre se fue con otro y no quiso saber nada de él, a quien había dejado a cargo de una tía de donde se escapó con catorce años. Su padre murió de sobredosis cuando el aún no había cumplido los cuatro años. ¿Fue el principio del fin? Está por que lo averigüen los entendidos del ramo.
El último que lo ayudó, fue un primo lejano gerente del Hospital Provincial, que lo colocó a dedo de celador, lo que fue incapaz de conservar debido a sus vicios, pues fue expulsado al sorprenderlo infraganti robando material de quirófano.
Junto con su pareja, Sonia y con uniformes de celadores de dicho hospital, se colaron una noche para ver que podían afanar para cubrir sus necesidades. Ella se escondió en la capilla y el esperó en el servicio de caballeros de la planta octava, hasta que todo estuvo tranquilo y decidieron empezar a robar todo lo que estuviera a su alcance.
                                                     


El empezó a entrar en todas las habitaciones empezando por la planta en la que estaba, si veía a alguien despierto les preguntaba si necesitaba algo y en caso de que estuvieran dormidos les quitaba cartera, móviles, joyas y cualquier cosa que tuviera algún valor.
Ella lo esperaba en la misma planta pero en la zona de ascensores de servicio médico, junto a las escaleras, de forma que él le iba entregando todo lo robado.
Fueron bajando hasta que al llegar a la planta segunda, Traumatología, un chico hospitalizado y que cargaba su IPod de última generación, empezó a gritar: “Al ladrón, al ladrón, están robando”.
Se organizó un gran revuelo, los enfermeros de guardia avisaron a seguridad y estos los cogieron a los dos, para a renglón seguido llamar a la policía.
                                                    


Mientras estos vinieron, les dieron bofetadas y patadas de todas clases, de forma que recuperaron cinco carteras, dos cadenas de oro, nueve móviles de última generación y hasta un ordenador portátil.
Ni que decir tiene, que al día siguiente se redoblaron los controles de entradas y salidas del hospital, aunque impidieron que saliera en los periódicos, pues el culo de algún preboste estaba en entredicho.
Como yo me meto hasta en los charcos y estaba ingresado en el hospital en dicho momento, seguí la noticia por internet y en un periódico local, por lo que me enteré de que a ella la dejaron libre con cargos y a él lo mandaron a la cárcel, pues era reincidente.
                                                       
    
Por el abogado de oficio que le asignaron, se que Ramón seguía con sus vicios en la cárcel, por lo que no tuvo reparos en prostituirse para conseguir drogas.
Llevaría un año en el trullo, cuando apareció colgado de su celda, desnudo y con un cartel que decía:”Por chivato y bujarrón”.



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