Estaba
tan asqueado y cansado de todo, que me fui a las afueras de mi
pueblo, que es donde uno puede ir al campo. Me senté debajo de un
olivo milenario, sin ánimo de nada, sólo descansar y desembotarme
de todo lo que había alrededor de mi vida, la prensa, Internet, la
televisión, los problemas familiares y todas esas cosas que
embrollan nuestros sentidos.
Casi
al pié del árbol descubrí, un enorme hormiguero, y en una
abstracción impropia, me introduje en los misterios de esa sociedad
tan bien cimentada durante siglos y glaciares, ya que vienen del
Cretáceo o sea de la tontería de 130 millones de años, llamando la
atención de como es la organización de un enjambre de hormigas,
estudiada durante años por los científicos y que tienen una
organización que sigue haciendo lo mismo durante siglos.
Tantos
obreras y soldados, como mucho viven tres años trabajando para una
reina, que sólo está preocupada por procrear, que vive más de
treinta años, pero que sus amantes a poco que la hayan fecundado,
languidecen al poco tiempo y mueren.
¿Y
a donde ponemos a las obreras? Años y años haciendo lo mismo sólo
por la comida, y sin una posibilidad de lograr una mejora de sus
vidas.
Pues,
si señor, en esto se ha convertido nuestras vidas. Te deslomas
estudiando y consiguiendo dinero o entrampándote para que tu hija
consiga un máster, y después de años de empleo en alguna de las
grandes empresas del país, llega un momento que no puedes superar un
tope, el que sólo traspasa la hija del que es accionista, dueño o
político influyente. Y ahí te quedas dando igual que tu valía sea
increíblemente superior.
Está
todo orquestado para que los que tienen el dinero siempre sean los
mismos, generación tras generación, y si algún advenedizo sube en
un momento determinado, se le hace bien saber quién es el que manda.
¿Es
que sólo los hijos de los grandes valen para tales puestos, aunque
ellos hayan estudiado en no sé cuantas cosas en la Universidad
privada y que tu a empellones hayas conseguido situar a tu hija en la
pública y con grandes esfuerzos?
Sólo
las revoluciones consiguen incidir en esta brecha de injusticias,
pero al poco tiempo todo vuelve a lo anterior, pues el dinero y el
poder siempre lo tienen los mismos.
En
Sevilla, a 9 de julio del 2013
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