viernes, 18 de marzo de 2016

El retorno (y 3)

Estaba pensando en todo esto, cuando recibí otra llamada, esta vez de la Guardia Civil, pidiéndome que cuando pudiera me pasara por el cuartel, pues querían hacerme algunas preguntas sobre el accidente. Seguramente el mecánico habría hablado con ellos.
Alguien tenía que aclararme un poco las ideas y explicarme, si podía, que estaba pasando, y quien mejor que Luisa, por lo que la llamé y le comenté la llamada del mecánico y de la policía, diciéndome y la noté nerviosa, que  en un rato vendría a hablar conmigo.
A todo esto, ya tenía en casa a la empresa de telefonía que me instaló internet, al personal de donde el día anterior había comprado los electrodomésticos y las cosas más perentorias que me dejó todo instalado, y el coche de cortesía que me facilitó el seguro, al que tenía derecho durante quince días hasta solucionar el siniestro de mi coche. Si, estaba siendo una tarde bastante movidita que me tuvo ocupada la mente, hasta que al poco de quedarme solo, llegó Luisa.
“¿Cómo estás?, ¿Y esos ánimos? Ya veo que parece que te han traído lo de la tienda”, me dijo nada más llegar.
“Bien, bien, aunque no sé de qué va todo esto que me está pasando”
“Mira Alberto, yo te voy a contar una larga historia que me contó mi madre, y que nunca he contado antes entera a nadie, pero que precisamente tú, la tienes que saber.”
                                                                   


Me quedé callado, expectante, invitando a sentarse a mi amiga, que no quiso tomar nada, pero yo me serví un generoso vaso de güisqui para tranquilizarme y coger ánimos, y me empezó a contar:
“Como sabes, tu pobre madre murió nada más tu nacer, debido a una enorme hemorragia que varios médicos que trajo tu padre no pudieron controlar, y que les pilló en esta casa de tus abuelos, pues habíais venido  a pasar las vacaciones, y aquel parto prematuro les pilló de sorpresa.”
“Tu padre, ya nunca fue el mismo, pues entró en una fase de melancolía y depresión que ya le duró hasta su prematura muerte en aquel accidente.”
“Ustedes ya se quedaron a vivir aquí. Mi madre, venía a esta casa cada día a echar una mano, y tus abuelos, se encargaban de ti  para todo y en todo”.
“Mi madre tenía un novio, Secundino, con el que llevaba mucho tiempo y con el que ya había planificado la boda en pocos meses, que era íntimo amigo de tu padre, pues se habían criado juntos. Pero sucedió, que un día que estaban tu padre y mi madre solos en esta casa y sin saber muy bien cómo, o quizás por ese estado en que tu padre se encontraba, el caso fue que un abrazo de consuelo llevó a una caricia, y de ahí a la cama fue una cosa espontanea pero que ninguno supo o quiso evitar. Aquello se repitió en algunas ocasiones más, hasta que decidieron que no estaba bien, que  no podían seguir, pero el caso fue que mi madre para entonces, estaba embarazada sin saber muy bien si lo que venía, yo, era de su novio de siempre o de tu padre.”
                                                                    


“Mi madre no podía con aquel cargo de conciencia, por lo que se lo contó todo a mi padre semanas después de yo nacer, y desde entonces las cosas entre ellos empezaron a ir mal, muy mal, pues mi padre empezó a maltratarla con insultos y palizas, hasta que mi madre decidió separarse cuando yo apenas tenía dos años. Vivíamos en la misma casa donde yo vivo ahora, que era de mis abuelos maternos, por lo que mi padre se marchó a vivir a otro pueblo a varios quilómetros de aquí.”
“Fue en ese tiempo en que, ya fallecidos tus abuelos, te llevaron con tu tía, pues tu padre no podía atenderte como debía.”
“Pero sucedió que hubo una cacería en una finca por aquí cerca, y que sin saberlo anticipadamente, coincidieron los dos, tu padre y el mío, donde pasó lo que sabes. Tu padre se mató al caerse por aquel barranco intentando cobrar una pieza que había abatido. Fue mi padre quien dio la voz de alarma, y es que en el sitio solo encontraron a ellos dos, y a tu padre con la cabeza destrozada, por lo que mucha gente sospechó y sospecha, que fue un asesinato y no otra cosa, y aunque intervino la policía, aquello quedó como accidente al no existir ningún otro indicio.”
Se quedó callada, fue a la cocina a servirse un vaso de agua y  me serví otra copa. Yo tampoco sabía que decir, hasta que después de un rato en silencio los dos, le dije:
“Bueno, pero ¿Qué tiene esto que ver conmigo después de tanto tiempo? ¿Qué teme tu padre o alguien de mi, que parece no quererme por aquí?”
                                                                      


“Pues no lo sé, me dijo. Mi padre vive amargado, a mí no me habla y no lo veo desde hace muchísimos años, quizás desde la muerte de mi madre. Está paralítico, y lo cuida un sobrino que es hijo de mi tío, el señor mayor que vistes en el bar de la plaza cuando llegaste. Mi primo, es una persona extremadamente violenta, y seguramente se enteraría que tú estabas aquí por él.”
Yo, aunque suelo ser una persona tranquila y reflexiva, me gusta mirar de frente y coger al toro por los cuernos, por lo que decidí ir a hablar con esta gente, y aunque Luisa no quería porque iba a despertar viejos fantasmas, me dio la dirección, no sin antes prometerle que no iba a causar males mayores, que solo quería hablar. Pero es que caramba, habían querido estrellarme.
Estaba anocheciendo, cuando yo tocaba el timbre de aquella desolada casa donde no parecía vivir nadie, aunque había luz en una de las ventanas.
Me abrió un hombre algo mayor que yo, al que dije que quería hablar con D. Segundino. Al preguntarme de mala forma, incluso de forma un poco chulesca, que quien era yo, me identifiqué, pero cerró la puerta diciéndome que yo no era bien recibido allí.
Volví a llamar nuevamente de forma convulsiva, escuchando unas voces hablando con alguien, y diciendo que me hiciera pasar.
                                                                    


Me volví a encontrar con la misma desagradable persona de antes, que con un gesto no exento de malos modos, me invitaba a entrar, llevándome por un lóbrego pasillo, hasta una gran sala donde había una persona impedida viendo la televisión, quedándome allí de pié, pues nadie me invitó a sentarme.
Me volví a presentar, pero el paralítico no me miraba a la cara, y a la otra persona la veía nerviosamente inquieta.
Después de un rato callados, al fin me miró el viejo preguntándome, “¿A qué ha venido usted aquí? Yo no tengo nada que hablar con usted.”
Yo relaté pausadamente  lo que me había pasado el día anterior con el coche, preguntando y mirando a ambos, si tenían algo que ver con mi accidente.
Segundino se quedó como sorprendido por lo que le contaba, pero el sobrino me dijo de muy mala forma: “Tú lo que no tenías es que haber venido aquí, y si en algo aprecias tu tranquilidad, vete antes que sea tarde.”
“Por su tono y sus amenazas deduzco que usted es el que ha intentado matarme ayer, ¿No es cierto?”, le dije.
“Vete de aquí´, me dijo amenazándome con una navaja de grandes proporciones, por lo que fui buscando la puerta por donde había venido, a la vez que escuchaba a grandes voces al viejo: “Si, yo lo maté, y lo volvería a hacer, me hundió la vida. Bien muerto está…”
La puerta de la calle estaba abierta, y tres guardias civiles me alumbraban con una linterna diciendo: “¿Qué pasa aquí?”, a lo que yo tranquilamente respondí: “El viejo paralítico mató a mi padre, y el de la navaja ha intentado matarme a mí.” Y todos fuimos conducidos a declarar al cuartelillo.
                                                                   


Resulta que Luisa, que no se había quedado tranquila, había llamado a la Guardia Civil explicándoles todo lo que pasaba, y estos habían acudido temiéndose lo peor, ya que el primo de mi amiga tenía numerosos antecedentes delictivos y podían estar en peligro vidas.
Yo puse una denuncia en toda regla relatando toda la historia completa, y adjuntando una grabadora que siempre llevo encima y que había encendido antes de entrar, donde se podía escuchar todo lo que se habló en aquella casa.
Los dos parientes de Luisa, confesaron  ante las evidencias que les mostraron la policía, y a la espera están de juicio en libertad vigilada, debido al deterioro del inválido.
Esto que he relatado aquí, y que es pura vivencia personal, es un resumen a cortos rasgos de mi nueva novela ya en manos de mi editor, lo que me va a permitir seguir viviendo de mi pluma.
¡Ah! Con una muestra de mi sangre y un paño con sangre de Luisa que se había cortado limpiando en mi casa, mandé hacer un análisis de ADN, y no. No somos hermanos, aunque en la novela la historia es ligeramente diferente. Mentira, muy diferente.


En Villanueva del Ariscal, a 18 de marzo del 2016

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