viernes, 29 de diciembre de 2017

Tiempo

En manos del tiempo los humanos somos su juguete favorito ya que nos hace oscilar a su antojo, siendo el presente un punto de apoyo entre las cenizas del pasado y la ignorancia de lo que nos deparará el futuro.
                                                                   


“Todo pasa y nada queda, pero lo nuestro es pasar…”, que decía D. Antonio Machado en esos versos que tan acertadamente canta Serrat.
Sentimos cómo se nos escurre la vida entre los dedos, sin que podamos retener los buenos momentos, ni que pasen rápidos los malos, y es así como poco a poco e inexorablemente se nos va escapando el resuello, las ganas, los proyectos; en fin se nos escapa la vida y nadie puede remediarlo.
                                                                     


En estos últimos días del año, me entristece lo efímero que es todo: las nubes de 
caminar cansino pero seguras de su derrota, de cómo la noche se abalanza impetuosa sobre la claridad dando paso a estrellas y luna, de la inseguridad miedosa de la vigilia por si no volveré a ver a las oscuras golondrinas regresar.
Se nos escapa el tiempo como se derrite un helado dejado al sol en una tarde cualquiera de julio, y nos vamos quedando sin parientes, sin amigos, sin seres queridos, y al final también nosotros nos iremos para no volver, ya que eso de la resurrección de la carne el  último día del mundo, me cuesta creerlo.
                                                                  


Porque pasaremos, porque todo pasará, es por lo que debemos dejar un rastro, una pequeña historia de nuestra vida para que alguien nos recuerde, alguien que se ría de las ocurrencias que tuvimos, de lo que pensábamos de esto o aquello, de las bonitas palabras que empleábamos con nuestros semejantes no exentas de caustica ironía.
                                                                     


Me quedo en blanco algunas veces cuando sentado en el sofá con mis dos nietos abrazados, pienso en este momento que no se repetirá, en esa caricia que no se si ellos recordarán, pero que yo las repito como si fueran la última, como un entrañable instante detenido que no quiero que pase.
                                                                         
 
Por la vida vamos dando pasos, unos dejan huella y otros no, y en las diferentes ramificaciones de nuestra ruta, tomamos caminos y decidimos en las bifurcaciones acertando algunas veces, equivocándonos en otras, y en contadas ocasiones volvemos atrás a retomar la senda buena, pero ese es y ha sido nuestro paso, que acaso dejará hoyado el camino, pero sin saber si quizás desaparecerá  al poco de haberlo transitado.

Os deseo que os fijéis en lo auténtico y que viváis en plenitud la despedida de lo viejo y la esperanza del año nuevo.

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